De acuerdo a
la definición del diccionario Juzgar es: formar juicio u opinión sobre algo o
alguien. En muchas ocasiones con o sin intensión hacemos comentarios de otros y
no somos conscientes que estamos emitiendo es un juicio y que no somos nadie
para hacerlo, eso le corresponde sólo a Dios. Además antes de ver los malos
actos que pueden hacer otros, deberíamos primero ver las cosas malas que
realizamos nosotros.
En Lucas 6:37
dice la primera parte “No juzguen a los demás, y no serán juzgados. No condenen
a otros, para que no se vuelva en su contra.” Esto es una ley de siembra y
cosecha, si nosotros no juzgamos a otros, a futuro lo más seguro es que no nos
juzgaran.
Días atrás
hice un comentario sobre una persona con base en la opinión que otra persona me
había contado y aunque pedí perdón al respecto, esto me causo lamentablemente perder
una relación (el vínculo de amistad se rompió) y traigo a colación este tema
para que reflexiones si en algún momento con tus palabras puedes estar
generando juicios. Con esto que sucedió, he experimentado con tristeza la
lección: lo más conveniente es aprender a callar y no emitir juicios y
opiniones de quienes a veces ni siquiera conocemos y no llegaremos a conocer.
En CNN salió
la noticia esta semana sobre el Pastor que tenía cuenta en Ashley Madison que
se suicidó tras ser descubierto, me puse a leer algunos comentarios que fueron
escritos sobre este post y la mayoría tenían una connotación de juicio, y
nuevamente venía a mi mente: quienes ahí están dando una opinión sobre este
hombre ni siquiera lo conocieron, no saben cuál fue su historia de vida que lo
llevó a frecuentar Ashley Madison y posteriormente suicidarse. Es muy fácil
como digo yo: “sacar la lengua a pasear”, pero es más valioso, cuando
aprendemos a callar y no ser jueces de otros.
Nosotros no
tenemos el derecho para juzgar, ni porque tengas un título de líder, de
Predicador, o de lo que sea, el mandato de Dios no es condenar a otros, sino
entregar Su misericordia, a veces, se nos olvida que Jesús vino por los
necesitados, por los pecadores, no por los santos y sanos. Acuérdate como actuó
El con la mujer adúltera o la mujer samaritana. Dios no deja de amar ni un solo
día al pecador, así como no ha dejado de amarte a ti, entonces ¿por qué no
tener una actitud un poco más empática con las otras personas? y no generar
juicios sobre estas.
Será que eso
que estás juzgando de otro, que sientes que te molesta tanto, ¿estará de pronto
dentro de ti? y sólo estás viendo un espejo de ti en esa persona? Si es así, examínate
interiormente y mira que es lo que te está inquietando o turbando y ve delante
de Dios para que Él sea sanándote o transformando eso en ti.
La próxima
vez, que vayas a apuntar con tus palabras con el dedo condenador, hazte está
pregunta: ¿Esto qué voy a decir edifica a la otra persona?, antes de condenar a
otra persona, recuerda que tú tampoco eres producto terminado y que sólo El
amor de Dios pudo perdonarte de lo que tal vez hiciste en tu pasado. Y si sientes que no puedes manifestar algo
que edifique, tener empatía o amor, puedes optar por apartarte de la situación
y concentrar tu atención en otro tema distinto y así evitaras pronunciar un
juicio innecesario.
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